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TO JEIRADA

… en cuanto entramos al boliche, el saludo: amoroso porque ya había confianza  desde antes de esos días en la ciudad, no fue que tuvimos que hacer ningún sacreficio, ni exceso, que se ponían voluntarios. Claro, nosotras les pagamos por eso. La entrada no era una cifra de pesos excesiva, algo normal, corriente.
Y entonces, va a empezar el concierto. Una banda argentina, que hasían virsiones de riguiscá.
Y era entonces que ellos tenían ese interés, en el baile i la marchita, quedando otro libre, así, en complot, pa revolver, buscando dineros.
Eran pibes sin abrigos, buscando entre los bolsos. Mientras que unos dan el plaser del riguiscá, el otro anda buscando objetos que le sirvan, dineros mucho mejor. No teníamos dineros, teníamos varios abrigos, con varias formas y en diferentes sitios. Muchos más había, pero todavía de que yo sepa, el mio fue el único que desapareció, sigún, los anuncios de la prensa. El primero que desapareció, fue uno negro cuello alto. El otro también negro, comprado en Málaga hace dos años. El, de cuello alto era Yo Mango.
Me quedé jeirada y desabrigada, buscando entre las gentes, preguntando de vos…
Una gaxega en buenos aires.

exoticismos en la noche

exoticismos en la noche Me gusta un restaurante de autoservicio vegetariano monográfico a base de falafel. Es uno de aquellos lugares en el que pagando un tanto fijo puedes llenar tu dispositivo almacenador -plato por ejemplo- de los alimentos expuestos tanto como quieras. Hay en este caso una particularidad: no hay plato. No nos referimos aquí a que una tenga que pasar por la línea del self e intentar por todos los medios llenar bolsillos, manos y boca antes de que la salida llegue al final del trayecto; hablamos de pan, y más concretamente, pan de pita: es aquí una bolsita de masa de harina cocida al horno que se llena de alimentos el dispositivo almacenador de turno. Este pan viene acompañado en su interior, por defecto y si lo pagas, de tres o quatro croquetas de falafel con un poco de lechuga. Una puede comérselo así, claro, pero la gracia está en rellenarlo de las decenas de ingredientes a disposición, y cuantos más, mejor; pero claro, el espacio que el pan pone a disposición es reducido y siempre hay algo que no cabe: la sensación de incompletud es recurrente. Ése es el gancho: perfeccionar tu bocado -unico- a lo largo del tiempo, combinar los elementos para conseguir tu receta exoticista ideal. Claro, hasta que te canses de las cremas de eneldo con ajo, del cilantro o del cuscús con menta. O hasta que alguien que estuvo en el restaurante te acuse de haberle robado el contenido de su bolso el dia anterior.

Ultimamente han añadido en la carta las patatas flamencas. Intentamos averiguar qué de flamenco tenian esas patatas, pero lo único que pudimos sonsacar de particular es que cuando hacías tu pedido, el mozo -argentino y simpaticón- se disponía a re-freir la medida de una ración para ti. Claro: "patatas flamencas" -pensamos- evidentemente buscamos lo exótico a fuera cuando en las Cataluñas somos la mar de así, no se refería a flamencas holandesas ni al folclore andaluz, sino al uso de la llama (la flama en catalán), flambeadas, dos veces para ser exactos. Dos veces bailoteadas, taconeando dentro de las piscinas de aceites hirviendo. Intentaba saborear una de estas en la calle, delante del restaurante, mientras esperaba que mi compañera saliera del baño; cuando unos ojos con pamela de entre el gentío me miraron. Respondí en la mirada: miré. Retiré. Siguiente jugada: vuelven a aparecer sus ojos, inquietantes. Me como una flamenca: quema aún. Vuelvo a responder: miro. Ahora anda con disimulo y dudando. Se para. Su mirada vuelve a sobrevolarme. Miro. Luego, no se porqué, me olvido.

Una de las dificultades a la hora de entrar en el rollo pita es la incomodidad si se pretende comer eso como un bocadillo, o sea, a mordiscos. Eso se convierte en un globo lleno de salsa que, al intentar hincar el diente, da la sensación de que vaya a explotar y a esparcer al mundo y a una misma con aromas lejanos. Precisamente unos aromas lejanos fueron los que se nos vinieron encima cuando esa mujer nos ametralló bajo una frase-ráfaga larguisima en inglés norteamericano, de mirada inquietante y dudosa. Por un momento pensamos que era una patata flamenca que se había tostado demasiado en el aceite, pero su acento nos sacó de dudas. La señora de la pamela inquietante preguntaba con insistencia si habíamos estado la noche anterior cenando en el reino del falafel; más que preguntar, de tanta insistencia, desaparecía el interrogante de su melodia y, directamente, afirmaba. Acorraladitas. Algo pasaba. Quizá era alguna crítica gastronómica resentida por las patatas, pero nosotras no somos quien las cocinamos.

Algo que ayuda a comer este plato (perdón, no plato sino pan) con agradecida comodidad es un simple y llano tenedor que permite ir picando ahora el pepinillo agridulce, la ensalada ensalsada, después los garbanzos o el brócoli (éste no he logrado saber como está cocinado) con una mano mientras sobre la otra reposa el plato, perdón, pan. El paisaje gustativo con el que nos vamos topando con el tenedor desde el inicio hasta el final es múltiple, va variando y sin repeticiones, no hay vuelta hacia los colores y texturas de la combinación de elementos del bocado inmediatamente anterior debido a la distribución vertical de los alimentos combinados en estratos particulares y arbitrariamente diferenciados. El fenómeno de la erosión alimentaria. Disposición y fenómeno que contrastan con la configuración del bocadillo peninsular a lo largo del cual los alimentos se distribuyen repartidos de una forma homogeneizada: todo está en todas partes.
Algo parecido al punto de no retorno que describe la erosión alimentaria es lo que puso encima de la mesa, o en el aire, la señora pamela: "I know you were in the restaurant yesterday night" y "You know who you are...". La segunda frase es la que empieza a mostrar lo aún no mostrado y es la que mas jiña, es la avanzadilla (cual explorador de Risk) del nudo argumental; como el momento justo antes del clímax, ahogado por la publicidad; aunque aquí solo había aire y tiempo entre frase y oración, y tensión inter-pelativa/pretativa.

La explosión inminente de la pita-falafel era un fenómeno recurrente hace algún tiempo por las calles contiguas. Eran usuales los avisos en forma de gritos de "pita-bloom!" justo en el momento que alguien apreciaba que otra iba a clavar con fuerza los incisivos sobre la superfície tíbia del pan. Llegados al punto de no retorno en el que la presión sentida dentro del globo de pan era demasiado fuerte como para que las concienzudas paredes de harina pudieran soportar tal estado, enormes líquidas lenguas de salsa amarillenta con olor a ajo y comino fluían de las ranuras despedidas radial y concéntricamente respecto al orígen, el capullo: la bolsa de pan. El paisaje semejaba un bello apocalipsis en el que instantánias consecutivas de flores amarillas dispersas por las calles definían esa gastronómica y accidental primavera. Lo exótico, una vez más aquí.

debe continuar...

CZL

La ploma hetero de l'Antoni

De vegades, en el món acadèmic trobem escletxes per les quals escolar-nos-hi; que, com en aquest cas, permeten una confusió entre vida, política i coneixement. Aquest text n'és una mostra que forma part d'una exposició realitzada a classe per un grup d'estudiants al voltant de la lectura "Manual de la guerrilla de la comunicación: Cómo acabar con el mal".

Caminant per algun dels passadissos de la facultat l’Antoni veu les seves amigues : la Laia, l’Anna i la Txell, a l’altra punta del passadís, caminant en direcció contrària a la seva, aproximant-se. Des de lluny, l’Antoni els llença una rialleta amb la meitat dels llavis, i tot seguit cluca un ull. Segueix somrient. Fins que arriba a pocs metres d’elles i crida: “Mis nenas…! Com estan aquest mat텔 -escombrant-les de baix a dalt amb gest maliciós. Elles corresponen amb un somriure. “Ja ho veig com estan… ja ho veig…” –diu arrugant la cara amb masculinitat profunda. La essa de boníssimes sona com un escurçó. “Què hi fan unes donetes com vosaltres, soles, per aquí…? No teniu por que se us mengin…?” Les agafa fort, les envolta amb els seus braços d’home, les pren per la cintura mentre els mira als ulls fixament.

En aquell precís instant arriba algú i comenta: “Quina ploma hetero que tens, eh? Déu n’hi dó com la passejes…!”. Es fa un silenci, l’Antoni somriu: “M’encanta…” –diu rient-. “No veieu el que intento fer?”
“Perquè us penseu que em comporto així? Realment penseu que sóc un macho ibérico espanyol? Perquè penseu que desprenc aquesta masculinitat empalagosa? Doncs és la meva forma de lluita guerrillera: sobreexagero el típic rol masculí per enfotre’m-en, per fer-lo risible. Utilitzo el meu cos i la meva actitud com a mitjà de crítica davant dels models de masculinitat dominants, portant-los a l’extrem. M’ho prenc més seriosament que els qui son realment així per posar-ho en evidència.”


[basat en una història real]

CZL

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Referències:

- Grupo Autónomo a.f.r.i.k.a. Luther Blisset/Sönja Brünzels (2000) "Manual de la guerrilla de la comunicación: Cómo acabar con el mal". Barcelona: Virus