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crónica del cercano occidente o el cuento de las lentejas

crónica del cercano occidente  o  el cuento de las lentejas Lo que sigue es un relato basado en una situación real y cercana, ocurrida en un piso cualquiera al occidente de CZL. El lugar en cuestión está habitado por casualidad por cuatro jóvenes. Cuatro personas convergen en un mismo espacio y de repente –por movimientos y lógicas debidas al azar y, en menor parte, por una decisión sobre el propio proyecto vital- empiezan a compartir con extraños lugares de intimidad, los andares de su cotidianeidad.

Aunque es ya de por si delirante iniciarse en las negociaciones que implican toda convivencia, a menudo este proceso sufre la acción de entes externos, quizá inanimados, quizá “puestos ahí” por los extraterrestres (que como ya sabeis son los culpables de todo aquello que no nos podemos explicar) que nos ponen una especie de prueba cósmica que debemos superar para elevarnos a otro estadio metafísico o simplemente para darnos cuenta en el que nos encontramos. En nuestro caso en anzuelo o el pretexto fueron las lentejas.

Una olla de agua con lentejas puesta al fuego cuando ninguna de las habitantes nos encontrábamos en casa, y la única que sabía de su existencia no tenía llaves para entrar al piso. Como somos precarias y por ahora nuestro santo patrón nos sirve de bien poco (sólo para provocar los debates patéticos que siguen el MayDay en IndymediaBcn), la opción de pagar los servicios de un cerrajero quedó descartada de inmediato. En lugar de esto, la portadora de la fuerza (PF) se puso la misión de localizar alguna de nosotras (N1, N2 y N3): no tenía porque ser imposible, al fin y al cabo se trataba de un lunes a las 22h.

Después de conseguir un móvil con covertura, saldo y con todo lo que hay que tener, PF contactó con N1, que se encontraba en la casa de una amiga en otra punta de Barcelona. La distancia y los horarios de los servicios públicos no lograron desanimarla, conseguiría un coche e iría hasta allí a por las llaves.

N1 estaba informada de la situación y se encontraba a la espera de PF, cuando de repente se sintió irremediablemente cansada y decidió acostarse. En seguida cayó en un sueño profundo, protegido –eso si- por la desconexión del móvil y la despreocupación acerca del estado de lentejas, fuegos y cocinas.

PF llegó al lugar y llamó hasta el cansancio al número “apagado o fuera de cobertura en este momento, inténtelo de nuevo más tarde”. Pero no podía esperar a más tarde, calculó que el agua de la olla ya se había evaporado, quizá ya se estaba derritiendo el metal, las lentejas no habría forma de salvarlas… lo importante es salvar la cocina. ¡Mierda! y evitar que N2 –dijo volvía un día de estos del viaje- entrara en casa y se encontrara todo el percal. Sobretodo evitar que entre en casa fumando y no llegue a oler el percal.(Una no sabe la gran cantidad de información que posee acerca de los accidentes domésticos –almacenada a lo largo de toda una vida de noticias locales- hasta que las lentejas se cruzan en su camino. De repente casas en llamas, cuerpos envueltos en bolsas de aluminio, vecinas “parecía un tipo de lo más normal”, manchas de sangre, los restos de un incendio…). Tenía que localizar N3, la habitante recién llegada a la casa, de la cual ni siquiera tenía el número.

Para ello tuvo que contactar con N3.1, habitante de la casa temporalmente fuera de la ciudad, que seguramente tendría en número de N3. Pero lo había perdido. Preocupado (en mente todas sus pertenencias que se encontraban aún en el piso), N3.1 llamó a un amigo: N3.2. Se organizaron, había que localizarla, pero no contestaba al móvil y por otra parte era absurdo, la olla se encontraba al fuego desde hacía tres horas y en el caso que N3 tuviera que desplazarse para llevar las llaves pasaría quizá media hora más, eso si contestaba algun día el maldito teléfono. Por fin un poco de lucidez. Era justificado llamar a los bomberos -¿por qué no? Al fin y al cabo todo podía explotar (incluido mi portátil, que horror!)-.

N3 miró el móvil: 17 llamadas perdidas, mensajes de vida o muerte. Supo que PF estaba esperando los bomberos -¿pero ves humo?, ¿recuerdas haber dejado las ventanas abiertas?, ¿el fuego bajo?, ¿la olla grande roja?, díles a los vecinos te dejen mirar de su ventana y me cuentas si hay humo, que mi habitación está al lado…;¿por qué has esperado tanto?-. Otra vez en juego el imaginario compartido de accidentes domésticos, el móvil de PF sin batería. N3 decide celebrar con sus amigas que no se encuentra en el piso durmiendo bajo peligro de muerte, tomar otra ralla de esa farla estupenda y esperar noticias.
“-Quizá sería cuestión de tirar para casa. -¿Para qué? Aquí estas segura. –Pues porque dentro de nada estará llena de bomberos jóvenes, que en verano seguro te mandan los de prácticas.”

Los bomberos habrieron la puerta con una radiografía. En la cocina estaba la olla intacta, las lentejas pasaditas, el fuego todavía encendido… y aquí no ha pasado nada. ¡Prueba superada! Aunque desde el episodio hay una vocecita molestona removiendo conciencias, preguntando hacerca de cómo vivimos, que responsabilidad tomamos en la convivencia, en el funcionamiento de la casa (que incluye las necesidades de las –como mínimo- cuatro vidas que ahí convergen): que vengan las lentejas y nos digan que nos necesitamos -¡después de todo el curro para devenir autosuficientes!- y no sólo eso sinó que además nos necesitan, ya es el colmo.

2 comentarios

quiero que me coman -

Me gusta sentir unos dientes bien grandes, blancos y brillantes presionando sobre mi oscura piel marrón reblandecida por ese maravilloso caldo de chorizones y morcilla, pancetas y otras maravillas del cuidado de sí misma.
Desgarrador testimonio del fenómeno del lenticidio por ignición.

clienta descontenta -

nena! pues vaya historia autobiográfica nos has ido a contar... por qué no nos cuentas la de "la marybollo que quería ser princesa"?