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Horas Ferroviarias: Sílbidos en la madrugada

Horas Ferroviarias: Sílbidos en la madrugada Una hora para toda la vida, toda la vida en una hora. La misma hora cada día. La hora de la eternidad.

La rutina hace que cualquier hora sea esa misma hora; la hora del desayuno de ayer no resulta muy distinta de la hora del desayuno de hace dos meses y es más...quién se acuerda del desayuno de hace dos meses? Las mismas horas para las mismas vidas. Una cocina como cualquier lugar es también ningún lugar. Como los aeropuertos; ningún lugar. (Aunque siempre sea este un lugar, así como la mascara es también un rostro, el rostro).

Contenemos potencialmente todas las relaciones que podemos expresar con nuestro mundo, pero precisamente por estar en algún lugar, sólo expresamos alguna de esas relaciones. Multiplicidad que se expresa en singularidad. Curiosos malabares con lo heterogeneo.

Las horas, clock, clock, clock, clok...

No sabemos lo que un cuerpo puede, de las relaciones, afectos de los que es capaz. Pero quizás vemos que sumergiendonos en este magma de posibilidades a realizar, de virtualidades a actualizar todos vivimos más o menos las mismas vidas. Por que pudiendo ser tan distintos somos tan iguales?

Hay no lugares también...en el centro de matrix hay lugares que escapan a esas horas...donde las horas no cuentan. Ya sea porqué entramos en una suerte de coagencia con alguna droga (hello AYAHUASCA) y nuestro timepo ya no entra en el "clock!"

O algo nos afecta de tal modo que vemos esa diferencia allí donde sólo
veiamos repetición. Algo similar a los días en que te despiertas y las farolas
aparecen como manejables, como un juego de Tente o lego. Mover bloques, recombinar
piezas, constituirse de otro modo. Un no lugar para "hallar modos de expresión
propios que sean capaces de desplazar las coordenadas de significación dominantes".
El Lugar se hace habitándolo. Qué cuerpos habitando que lugares...

Las horas passan...

Puede uno viajar a través de los acontecimientos? a qué hora sale el próximo vuelo?

- Has llegado a la estación del tiempo perdido amigo. Aquí no hay viaje para el
viajero ni vías para el tren.

El revisor era un aciano de pelo canoso y una ruda mirada. Aún así, uno podía
entrever entre las marcadas arrugas de su rostro una extraña familiaridad. Una
sensación de ya haber estado allí. Como si en los primeros sueños de nuestra
infancia, él hubiera estado mirandonos fijamente y nos conociera.

- Y entonces, que hago aquí?

La estación era enorme. Sus andenes se extendían hasta penetrar el la línia del
horizonte. Al este y al oeste respectivamente. Siguiendo el andén hacia el este
había un viejo banco de madera lleno de toscas inscripciones garabateadas con
dudoso estilo.

- Vés este banco?

- Sí...

El banco se extendía como el anden hacía un camino de niebla en el que cada paso
parecia que te dejara exactamente en el mismo sitio donde habías empezado a andar.

El revisor hizo una ligera pausa y miro el banco como si esperara a alguien.

- Si lo sigues unos cuantos metros hacia el este, te darás cuenta que hasta donde
alcanzen tus ojos hay gente sentada en él. Puedes ir allí, sentarte y esperar.

- Esperar què?

- ...A las horas.

YB

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